Sede donde se gestiona
Santander
Lugar de impartición
Santander - Península de la Magdalena (Infantes)
Dirección
Ignacio BuquerasPresidente de la sección de Humanidades de la Real Academia de Doctores de España
Presidente de honor de la Fundación Independiente
Acedémico
EmpresarioJose María Martínez-ValPatronato-Director F2I2 y presidente de la sección de Ingeniería de la Real Academia de Doctores de EspañaDescripción de la actividad
El tiempo es la referencia objetiva e inexorable en la que se desenvuelve el mundo físico; y es a la vez nuestra apreciación subjetiva del fluir de lo que nos acontece. Somos capaces de definir el tiempo con precisión astronómica y subatómica, y somos incapaces de actuar sobre él; pero todo lo que personalmente hacemos queda encuadrado entre dos hitos temporales, la cuna y la sepultura; si bien es cierto que desde el poema sumerio de Gilgamesh (y seguramente antes) el ser humano anda buscando la eternidad, porque todo lo que nos den de vida, nos parecerá poco.
¿Y para qué quería Gilgamesh la eternidad?; ¿para “facer” alguna hazaña de otra manera inalcanzable, o simplemente para seguir viviendo?
¿Y para qué queremos nosotros el tiempo?. Para aprovecharlo, por supuesto, aunque eso sea más una frase por llenar de significado, que una respuesta absoluta. Y efectivamente este Seminario se convoca para coadyuvar a formular la mejor respuesta posible a esa pregunta.
Pero no cabe minimizar las dificultades de esta idea, porque está cargada de subjetividad. Y uno de los grandes escollos en los temas subjetivos es que conocemos muy poco de la relación mente-cerebro, y en esa relación parece radicar la medida personal del tiempo de cada uno. Medida que no es sino una cara de la moneda, porque la otra cara es la tiranía objetiva del tiempo físico; que entre otras cosas arroja cierta regularidad armónica de fenómenos repetitivos; fundamentalmente ligados a los movimientos de traslación y de rotación de nuestro planeta. Ello nos lleva a dos de los cuatro puntos cardinales de nuestro problema: el Calendario y el Horario. Junto a ellos identificamos otros dos, propiamente personales: la Programación y los Imprevistos. Conjugando esos cuatro elementos deberíamos ser capaces de optimizar nuestro tiempo, el de cada uno, que obviamente tiene como condiciones de contorno los dos puntos dichos, Calendario y Horario, que no son inmutables: se deben racionalizar. Un esfuerzo en este sentido se ha hecho ya en España, promovido por ARHOE-Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles ( desde 2013) si bien queda trecho por caminar hasta que lleguemos a situaciones óptimas; que han de tener en cuenta las nuevas metodologías de trabajo que se avecinan, y el rendimiento económico que se ha de extraer de ellas.
Si a nivel objetivo y social parece venir una revolución de modos y roles productivos, que pueden reconfigurar la presencia del tiempo, a nivel personal no parece que se hayan planteados grandes avances en la gestión del tiempo; y ante esa penuria no nos podemos conformar. Hay que entender de verdad el valor del tiempo, hay que identificar mejor la propia axiología, que nos va a aportar los criterios de optimización, y hay que entender – y aplicar – las herramientas para moldear el más fructífero uso del tiempo.
No tratamos en este seminario de dar una visión exclusivamente utilitarista de la gestión del tiempo, más bien al contrario: el tiempo dedicado a la familia, a la salud, a los ideales, es a nivel humano mucho más importante que el tiempo laboral o productivo, si bien éste da el sustento que permite atender los otros. Precisamente la fracción de tiempo dedicada en valor medio en una sociedad para satisfacer las llamadas “necesidades primarias” (alimentación y vivienda, principalmente) es uno de los mejores índices de desarrollo, en sentido inverso, por supuesto.
Cualquier gestión del tiempo necesita una programación, que la cultura dominante en una sociedad suele imponer con mayor o menor benevolencia, comenzando por los años de aprendizaje (que a esa edad se antojan eternos). Como la sociedad comienza imponiendo una programación (que antes incluía la “mili”, por ampliar el ejemplo) el individuo parece poco presto a generar su propia programación, incluso a nivel de orientación laboral. El individuo adopta una senda socialmente marcada, y no profundiza en conocer las herramientas de una buena programación, ni se percata de los beneficios que le pueden producir.
Y cuanto menos avisado anda uno en el tema de la programación, más vulnerable resulta a los imprevistos. El arte de lidiar éstos es quizá lo más difícil de la gestión del tiempo, y en tiempos de crisis puede trastornar cualquier personalidad. Pero los imprevistos suelen serlo menos, cuanto más sólida es la programación.
Tampoco se trata de reducir la vida a una hoja de computación, pero sólo una buena computación hace bien los cálculos. Que en muchos casos serán meramente cualitativos, y hasta de lógica difusa, pero comportarán al menos un análisis de prioridades.
La programación es aún más crítica en el caso de grupos, familiares, de trabajo o de circunstancia, y está en estrecha relación con la racionalización de los horarios. Este último tema ha sido puesto en batalla en la vida social por una iniciativa creada por parte de los ponentes de este seminario, y su estudio arrojará no pocas enseñanzas. De entre las cuales, la primera quizá sea la necesidad de enseñar sobre este tema. Se enseña a menudo sobre técnicas de estudio, que son un área parcial de la gestión del tiempo, como lo son las técnicas para reuniones, o para escribir un informe. Pero se dedica muy poco tiempo al tiempo.
A las preocupaciones clásicas sobre el factor tiempo, se les une ahora una nueva revolución industrial y productiva, basada en la comunicación y en la información, elevadas ambas a capacidades omnipresentes. Se abre así una nueva área de especialización, que es la de optimizar el tiempo en un entorno a la vez más complejo y con mejores herramientas. Eso atañe a la logística y al acopio de materiales, componentes y bienes, en un entorno cada vez más globalizado, donde el concepto de horario se extiende y se complica. Las oportunidades que esto ofrece son de primerísimo orden.
En la productividad de antaño, el factor tiempo fue de importancia creciente, pero no crucial. Ahora puede ser el todo o nada, porque hay que reaccionar en tiempo real. Por descontado que ante todo se habrá de dar un buen producto, pero habrá que darlo además en tiempos propios de mercados efímeros.
Efímera seguirá siendo nuestra vida, cuyo tiempo tendrá en este seminario tanto o más espacio que la productividad. El tiempo es único e irrecuperable, vuela inexorablemente, y reclama nuestra atención pocas veces, como si le gustara escaparse. Atendámosle ahora: en dos días.