Santander.- Asegura Albert Boadella que su vida está formada por una dualidad inevitable. “Concebí que tenía un lado muy ligado a mi infancia. Mi vida ha sido un juego constante”. Ese es “el Albert”, como él precisa. Y por otra parte está “el Boadella” que con los años se ha ido haciendo “más reflexivo, a veces muy crítico” consigo mismo. Así define el actor, director y dramaturgo catalán la interpretación que hace de sí mismo en la obra El sermón del bufón, que estrenó el pasado febrero en Madrid y con la que este miércoles se subirá a las tablas del ciclo Escénicas en el CASYC de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP).
“Esa dualidad yo la expongo públicamente y así tamizo el lado vanidoso de hacer una exhibición de uno mismo en escena”, ha subrayado Boadella, porque “representarse a uno mismo es lo más difícil que hay, nunca es posible en público. Siempre prevalece el personaje con el que nos miran los demás”, ha confesado el fundador y exdirector de la compañía teatral Els Joglars.
Boadella mostrará en El sermón del bufón también su lado más crítico con lo que le rodea. “Tengo capacidad de tener las ideas que no son masivas. He sido una persona que ha trabajado a contracorriente. No hay nada como tener muchos enemigos, es una cosa que da más vitalidad, da la sensación de que aciertas en tu oficio”, ha enfatizado. “Ahora no me puedo pasear por mi tierra sin que me llamen traidor, facha y españolista. Es consecuencia de la libertad, de que digo aquello que pienso”, algo que cuenta en la obra, ha apostillado el dramaturgo.
Tras su paso de ocho años por la dirección de los Teatros del Canal, de titularidad pública, Boadella regresa a los escenarios con un objetivo: “Recuperar mi libertad y mi asilvestramiento”, ha desvelado. “Sin duda, los cargos públicos condicionan. Me coaccionaba, y necesitaba recuperar la libertad”, ha reiterado el dramaturgo catalán.
Una etapa de director de los Teatros de la que ha acabado “saturado”, pero que recuerda como “divertidísima y fantástica”. “Hemos conseguido índices de audiencia altos y una gran variedad de espectáculos. Los teatros públicos suelen ser teatros de director, según su gusto, pero yo hacía el programa según el gusto de los contribuyentes, que son los que pagan el teatro. Me gustó que sintieran que aquel era su suyo”, ha asegurado, a la vez que ha subrayado que desde la Comunidad de Madrid “jamás” le dijeron lo que tenía que hacer.
“En la sociedad hay tabúes intocables”
Boadella también ha tenido tiempo de reflexionar sobre la libertad de expresión, cuyos niveles actualmente, y desde el punto de vista de la ley, “son únicos en nuestra historia”, ha asegurado, aunque el actor ha matizado que su utilización es “menos potente que hace unos años”. El escritor de obras como Teledeum o Ubú President ha afirmado que el sentido de responsabilidad sobre la libertad de expresión que existía en los dirigentes de los medios y de la televisión a mediados de los ochenta y noventa “no es la misma que ahora”, pero también apunta a la sociedad. “Hay una serie de tabúes intocables en la sociedad. Hay que ir con cuidado con eso porque se va sentando jurisprudencia y se da por sentado que determinados temas no se tocan”, ha denunciado. “La libertad tiene un precio, y es asumir cosas que no son las que nos gustaría”, ha sentenciado.
Asimismo, Boadella, que el año pasado recibió el IX Premio La Barraca a las Artes Escénicas de la UIMP, ha defendido al actor por encima de todo. “Sin actor no hay teatro. Puede haberlo sin escritor, sin figurinista, sin decorador, pero sin actor… Un buen actor es capaz de recitar el BOE y dejarnos seducidos”, ha afirmado. Y por último, ha contradicho a aquellos que ponen en valor la palabra por encima del resto de expresiones del teatro. “Teatro se puede hacer de muchas maneras, tiene amplias posibilidades”, desde la expresión corporal, a las acciones visuales o el silencio, ha enumerado. Para Boadella, “el arte esencial y básicamente es emoción”.
Fotografía: UIMP 2017 | Esteban Cobo