Santander.- El coordinador del programa de Paleobiología de Homínidos del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana (CENIEH) e investigador del CSIC José María Bermúdez de Castro Risueño ha reflexionado sobre la Evolución del cerebro humano en el Pleistoceno y Holoceno dentro de las actividades de la XVII Aula de Verano ‘Ortega y Gasset’ que se celebra esta semana en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP).
Bermúdez de Castro ha reconocido que “sabemos muy poco del inicio de la genealogía humana y de la Paleobiología de homínidos” principalmente, porque “es casi imposible encontrar ancestros o restos fósiles que nos muestren cómo eran físicamente”. Lo que sí sabemos, según ha explicado, es que distintos acontecimientos como el protegerse de las glaciaciones o introducir la caza para el desarrollo de su dieta -no por el hecho de ingerir carne, sino por la organización y astucia para realizarla- hicieron que el ser humano, y por consiguiente, su cerebro, se adaptasen a las condiciones y no se extinguiesen.
El investigador ha indicado que partimos de la base de los genetistas, que defienden que el Homo Sapiens comparte un antecesor común que vivió en África hace siete millones de años: los primates. Así, ha explicado que el hombre comparte cerca del 99% de su genoma con los chimpancés, y el 98% con los gorilas.
Tal como ha mencionado “el tamaño del cerebro humano no es consecuencia de un mayor tiempo de crecimiento, sino de un gran número de células madre y una tasa de crecimiento fetal y postnatal muy rápidos”. En este sentido, ha señalado que nuestro cerebro “crece durante la gestación y los primeros años de vida, y que a la edad de siete años, adquiere el tamaño que tendrá en una edad adulta, algo que también ocurre con los chimpancés”,
Bermúdez de Castro también se ha referido al biólogo Adolf Portmann (Suiza 1897) para recordar que los humanos “nacemos con un cerebro grande, pero muy poco desarrollado”, y que “necesitaríamos hasta veintiún meses de gestación para nacer con el mismo desarrollo neuromotriz que los chimpancés, ya que estos a los tres meses de nacer ya pueden andar”.
Por otro lado, el también codirector de las excavaciones de los yacimientos pleistocenos de Atapuerca, ha indicado que “el cerebro es un órgano tremendamente caro” ya que “solo en reposo consume el 20% de toda la energía de nuestro metabolismo basal”. A su juicio, “un cerebro más grande de lo que tenemos ahora no sería operativo”, y en esta línea, ha señalado que “siempre se ha pensado que la inteligencia está directamente relacionada con el tamaño del cerebro, pero en realidad la inteligencia es una mera cuestión de velocidad en el procesamiento de la información”. En su opinión, de nada sirve tener un cerebro muy grande, si a la hora de pensar o tomar una decisión somos lentos.
El coordinador del Programa de Paleobiología de Homínidos ha explicado que “el cerebro humano sufre una reorganización entre los 12 y los 25 años”, a partir de los veinte, empezamos a desarrollar capacidades como la planificación u organización. A continuación, entre los 25 y 35 años es cuando se produce una mejora del cerebro y está al 100x100. En este contexto, ha indicado que es un gravísimo error que los científicos comiencen su etapa laboral con 35 años, ya que debería producirse mucho antes “cuando nuestro cerebro está en las mejores condiciones”. Por último, ha explicado que lo más importante de nuestro cebero es su capacidad para “socializar el conocimiento y mejorar su transmisión, lo fundamental de nuestra inteligencia es la conectividad e interacción”. Sin esa sociabilidad volveríamos a la prehistoria.
Fotografía: UIMP 2017 | Esteban Cobo