Santander.- La directora del Brain Mind Institute Laboratory of Behavioral Genetics École Polythecnique Fédérale de Lausanne (Suiza), Carmen Sandi, ha protagonizado la sesión matinal de la VIII Escuela de Psiquiatría y Ciencias de la Conducta «Carlos Castilla del Pino», que se desarrolla esta semana en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP).
En su intervención El estrés temprano: escultor del cerebro y la conducta, la investigadora ha destacado la manera en la que varía la estructura y funcionalidad de un cerebro que ha evolucionado en circunstancias de estrés, así como las consecuencias cognitivas y conductuales en el individuo. Además, la doctora ha hablado sobre futuros tratamientos posibles para paliar tales consecuencias.
El ser humano aún alberga en su ADN respuestas ancestrales a estímulos externos. Una de estas respuestas físicas y conductuales que compartimos con nuestros antepasados corresponde al estímulo del estrés. Para Sandi, la reacción ante las circunstancias adversas “es una cuestión de supervivencia”. El estrés aumenta la glucosa en nuestro organismo, nos da energía y la distribuye a los músculos. Según esta experta, “es una respuesta imprescindible”.
Sin embargo, el estrés puede causar graves consecuencias en la estructura y funcionalidad de un cerebro que está en fase de desarrollo. Sandi ha expuesto la relación directa entre adultos cuyos mecanismos de pensamiento son más impulsivos y que se comportan de manera agresiva y la exposición a situaciones adversas en su infancia, cuando su cerebro aún estaba en desarrollo. En concreto, ha localizado estas patologías en estudios realizados en orfanatos en países del Este, en los que las condiciones en las que se desarrollan los primeros años de vida son “penosas”, ha admitido Sandi.
La especialista ha enumerando también otras patologías que se relacionan con el estrés: “Aumento de los niveles de ansiedad, de las probabilidades de caer en depresión o de tener déficit de atención”. Además, ha señalado que los individuos que estuvieron sometidos a circunstancias adversas durante su infancia “tienden a ser menos sociables”.
“La sociedad actual no es una selva y debemos controlar las consecuencias del estrés”, ha afirmado la investigadora, quien ha ejemplificado sus exposiciones mostrando experimentos realizados con crías de roedores, y cuyos resultados plantean una posible vía para investigar un tratamiento que corrija estos comportamientos agresivos en los humanos.
La doctora ha descrito cómo los roedores, sometidos a condiciones de estrés mientras su cerebro está aún madurando, presentan variaciones en los glucocorticoides. Una vez que el roedor crece, su conducta varía y se manifiestan las conductas impulsivas. “En la edad adulta, se inserta una sustancia antagonista del glucocorticoide y el individuo se reprograma y se abolen las conductas negativas”, ha expresado Sandi sobre una investigación que aún no puede extrapolarse a los humanos, pero en la que “se trabajará”.
Fotografía: Esteban Cobo | UIMP 2018