Santander.- El bienestar que reciben las personas por consumir los valores privados y públicos que ofrecen los bosques tiene un valor económico que, de ser tenido en cuenta, significaría “una renta que es cuatro veces la que ahora está reflejada en la estadística oficial”. El responsable del grupo de Investigación en Economía Ambiental del Instituto de Políticas y Bienes Públicos (IPP) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Pablo Campos, ha realizado esta declaración en el seminario Ecosystem accounting: recent experiences and future developments, de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP).
Campos, también director del seminario, ha explicado cómo “la ciencia ha desarrollado métodos de valoración ambiental que hacen posible construir unas cuentas ambientales, que se pueden incorporar a las cuentas nacionales actuales, para formar un nuevo PIB que incluiría las rentas de la naturaleza, ahora excluidas”. A la parte de la renta referente a los productos comerciales habría que añadir “la renta más importante”: los servicios recreativos públicos, el agua o el carbono.
En resumen, los bienes y servicios que no son objeto habitual o que no lo son nunca de intercambio en un mercado suelen ser ignorados por el análisis económico convencional. Y en consecuencia, algunos como los bienes y servicios económicos ambientales carecen de precios reales de intercambio directamente observables.
Y es que la contribución de la naturaleza al PIB en “unos casos está directamente observada, como es la fijación de carbono, y en otros está en los productos convencionales que consumimos”. No sucede lo mismo –ha indicado el investigador- con “la valoración del disfrute de los propietarios de los bosques”, y eso que, en concreto, “los servicios de amenidades” que ofrecen “los bosques privados en Andalucía justifican la mitad del precio de mercado de una hectárea de estos”. Es decir, “si en el mercado vale 5000 euros una hectárea de bosque, por término medio, 2500 euros se deben, no a los productos que va a vender, sino a los servicios que él va a disfrutar por tener el bosque”, ha destacado.
En su conferencia, titulada Refining concepts and methods for measuring ecosystem environmental incomes, Campos también ha hablado de los métodos de valoración ambiental y sobre una de sus investigaciones que se centra en la economía de los sistemas agroforestales mediterráneos, en concreto de los encinares de Andalucía.
Durante su ponencia, ha expuesto algunos de los indicadores de los servicios de amenidad de los ecosistemas y su riqueza, para así incorporarlos “a la renta de las inversiones productivas que hacen los propietarios de ganado y tierras o el Gobierno en la conservación de los bosques o la lucha contra los incendios”. En otras palabras, promueve desde el seminario la ampliación de la metodología del Sistema de Cuentas Nacionales (SCN) e incluir el valor económico de los bienes y servicios ambientales ofrecidos por los ecosistemas naturales en la Renta Total Sustentable (RTS).
En este sentido, la finalidad del Sistema de Contabilidad Ambiental y Económica, o System of Environmental Economic Accounting-Experimental Ecosystem Accounting (SEEA-EEA) en inglés, es similar ya que apuesta por complementar el SCN con el conocimiento de la disponibilidad, uso, agotamiento y degradación de los recursos ambientales y naturales. El SEEA es el resultado de un largo proceso de revisión y mejora iniciado por la Comisión Estadística de las Naciones Unidas en su primera publicación en 1993.
Según Campos, “el bosque mediterráneo es un mosaico de vegetaciones que es muy apreciado por las personas que pueden adquirir fincas de recreo” que generan riqueza, empleo y, por tanto, valor añadido. Unos bosques que son “fundamentalmente productores de servicios culturales”, algo que favorece el mantenimiento de la biodiversidad de especies de flora y fauna, así como culturas de trabajo.
Fotografía: Juan Manuel Serrano UIMP | 2018