Santander.- “A las criaturas, más o menos al nacer, en función de su apariencia biológica, se le asigna un género, pero la identidad de género comienza a crearse más o menos a los dos años, cuando comenzamos hablar”. Así ha comenzado su intervención Marta Pajarín, investigadora en el Instituto Complutense de Estudios Internacionales (ICEI), en el seminario Quo Vadis Europa? V 60 años después de Roma, el futuro del sueño europeo de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP).
A partir de ese momento, ha explicado, los niños saben que pertenecen a un sexo u otro, pero no entienden muy bien cuál es el significado. Sin embargo, “lo que sí que tienen claro es qué juguetes, colores o comportamientos son los apropiados para él o ella”. Esto se debe a que está tan arraigado en la sociedad que los tratamos como procesos naturales, “cuando son construidos, dependen de la cultura, son contingentes y cambian a lo largo del tiempo y en función de la localización”, ha señalado Pajarín haciendo referencia a los estereotipos que se han forjado en las sociedades.
Cuando se habla de igualdad, ha recordado, no se hace mención a que hombres y mujeres sean semejantes e idénticos, “lo hacemos desde una noción de equivalencia democrática, que implica que todos los seres humanos, independientemente de su sexo, tienen los mismos derechos”. El objetivo reside en analizar, en cada sociedad, las características que tienen las diferencias entre ambos sexos y valorar si estas implican desigualdades.
El techo de cristal que impide a las mujeres optar a los beneficios del desarrollo, ocupar puestos de toma de posiciones o ganar el mismo salario es, sin duda, uno de los grandes olvidados en materia de género. Y es que, no basta con igualdad formal, “queremos igualdad de resultados”. Como ha puesto de ejemplo, las cuotas son un caso muy claro. ¿Por qué a nivel mundial solo hay un 22% de mujeres parlamentarias?, se ha preguntado Pajarín, quien ha asegurado que “los datos sirven para hacer políticas sociales mejores, más justas y más orientadas”.
“Muchas veces se dice que la igualdad ya está lograda”. Por eso, ha querido resaltar algunos datos sobre la Unión Europea que ejemplifican e ilustran lo contrario. Por ejemplo, pese a que el 60% de los titulados universitarios son mujeres, la brecha salarial se sitúa en la UE en un 16%. Del mismo modo, el 32% de las personas que están trabajando a tiempo parcial son mujeres, frente al 8% de los hombres. Estos son datos del informe de desigualdad de género del 2015 y del último informe de la comisión de género en el parlamento europeo. Sin olvidar también que las mujeres son más propensas a interrumpir su carrera laboral para cuidar a otras personas, lo que afecta a los riesgos de exclusión y pobreza social. Todo esto afecta al acceso de las mujeres a los servicios públicos como subsidios, pensiones o baja por enfermedad.
Por último, ha asegurado que “la percepción que socialmente se tiene de la desigualdad va transformándose con el tiempo, por lo que existen riesgos de involución”. De hecho, ha querido señalar que en las encuestas realizadas a gente joven indican datos de retroceso respecto a años anteriores: “Venimos de momentos clave como los años setenta para la igualdad y al no trabajarlo más, estamos volviendo atrás, porque los avances en igualdad pueden ir marcha atrás”, ha declarado.
Fotografía: UIMP 2017/ Esteban Cobo