Santander.-Fernando A. Navarro es licenciado en Medicina y Cirugía con Premio Extraordinario por la Universidad de Salamanca, y se formó como médico especialista en Farmacología Clínica en el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla de Santander. Sin embargo, su desempeño profesional ha derivado, con igual éxito, hacia la traducción médica.
Tras pasar nueve años en el Servicio de Idiomas de los Laboratorios Roche en Basilea (Suiza), se ha consolidado como un referente en su campo, en el que trabaja para diversos organismos internacionales y laboratorios multinacionales del sector sanitario y biofarmacéutico. También ha sido director técnico del Diccionario de términos médicos de la Real Academia Nacional de Medicina y, su Libro rojo, un diccionario de dudas y dificultades de traducción del inglés médico ha alcanzado la tercera edición haciéndose imprescindible en el escritorio de cualquier traductor de esta especialidad. Con motivo del curso que ha dirigido en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, Problemas, métodos y cuestiones candentes en traducción médica, ha contestado amablemente a esta entrevista.
P-Haciendo mención al título del curso que dirige en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, ¿cuáles son los temas candentes en traducción médica en este 2018?
R-Los bloques temáticos escogidos para la edición de este año han sido los recursos de documentación en línea, la redacción de textos médicos especializados, la traducción audiovisual de temática científica, las estrategias de divulgación lingüística, científica y biosanitaria, y, en el marco del VIII Centenario de la Universidad de Salamanca (1218-2018), la historia de la traducción científica y del lenguaje médico. También, permeándolo todo en esta sexta edición del curso, los aspectos lúdicos y recreativos del lenguaje médico en español y en inglés: aprender requiere un esfuerzo, desde luego, pero no tiene por qué ser aburrido, ¡todo lo contrario!
P-La ponencia inaugural de esta actividad ha corrido a su cargo bajo el título «Lenguaje médico: trucos para su divulgación». ¿Nos puede desvelar alguno de estos recursos?
R-Me he apoyado para esa ponencia en mi experiencia personal de más de doce años como divulgador del lenguaje médico en la sección «Laboratorio del lenguaje» que desde marzo de 2006 publica cada semana Diario Médico. Este año la primera sorpresa para las alumnas, de hecho, fue recibir como regalo un ejemplar de Medicina en español III (tercer volumen recopilatorio del «Laboratorio del lenguaje»), por cortesía de la Fundación Lilly.
¿Que si puedo desvelar un truco para divulgar el saber en cualquiera de sus formas? Si debo quedarme con uno solo, yo diría que la pasión por la materia objeto de divulgación. Lo cual, por cierto, no es nada difícil en el caso del lenguaje médico: cuantos se acercan a él quedan fascinados por la opulencia léxica de nuestro lenguaje especializado, por la riqueza y antigüedad de nuestros tecnicismos, y por las asombrosas historias que los vocablos médicos portan en su interior. Confío en haber sabido transmitir algo de esa pasión a los alumnos del curso.
P-En cuanto al desarrollo del curso, ¿qué destacaría de él?
R-Dentro del aula, el hecho insólito de que los profesores —absolutamente todos los profesores: Bertha Gutiérrez Rodilla, Laura Munoa, María J. Hernández, Reyes Bermejo, Enrique Saldaña y yo mismo— no nos limitemos a impartir las clases asignadas, sino que asistamos también a las sesiones tanto teóricas como prácticas del curso —desde el primer día hasta el último— como si fuéramos un estudiante más; que lo somos (en traducción médica, nadie termina nunca de aprender, y aprendices permanecemos toda nuestra vida profesional). Entiendo que eso impresione a los alumnos, porque también sigue impresionándome a mí. Y sueño con el día en que algo así deje de ser la excepción para convertirse en la regla.
Fuera del aula, la intensidad afectiva de estos cinco días de íntima convivencia. Colegas de profesión y con intereses o pasiones comunes, desde los alumnos recién graduados hasta el más veterano de los profesores, formamos durante el curso una auténtica piña ligada por vínculos de carácter, me atrevería a decir, cuasi familiar.
Al menos tres cosas ayudan mucho a ello: para empezar, el hecho de que profesorado y alumnado compartamos alojamiento en los pabellones del Colegio Mayor «Torres Quevedo» en el Campus de Las Llamas, desde el desayuno tempranero antes de la primera clase del día hasta la sobremesa de la cena, ya al filo de la medianoche.
En segundo lugar, la agenda intensiva de actividades complementarias. Al nutrido programa de actividades culturales que cada año prepara con mimo la UIMP y el Festival Internacional de Santander (ya en su 67.ª edición), este año se sumaron la ceremonia de investidura de Francis Mojica como Doctor Honoris Causa por la UIMP el viernes pasado, y múltiples actividades sociales y culturales especialmente pensadas para los participantes en nuestro curso de traducción médica, que ayudan a prolongar la convivencia entre profesores y alumnos de ambos sexos fuera del aula.
Por último, la delicia de impartir el curso en la que sin duda es una de las provincias más hermosas de España: esta Cantabria nuestra con su fabulosa combinación verdiazul de mar y montaña, ciudad y tierruca.
P-Esta es la sexta edición del curso, ¿cómo ha evolucionado el mismo?
R-En lo académico, poco. El plantel de profesores y el plan de estudios cambian por entero de año en año, pero desde la primera edición el objetivo sigue siendo el mismo: profundizar en diversos aspectos monográficos de nuestra profesión junto a un elenco de profesores de primera fila. Me alegra comprobar que esta propuesta formativa ha calado en el mundillo ‘traductoril’ y ahora cada nueva convocatoria se aguarda con expectación dentro y fuera de las fronteras. Ello ha sido posible, de modo muy especial, gracias al apoyo decidido de la UIMP —desde el exrector César Nombela y el exvicerrector Ignacio Ahumada en la primera edición hasta el actual rector Emilio Lora-Tamayo, la vicerrectora Montaña Cámara y la directora de cursos Teresa Rodríguez Ramalle— y, a partir de la cuarta edición, gracias también al patrocinio y la colaboración entusiasta de la Fundación Dr. Antoni Esteve y su director Fèlix Bosch.
La programación social y cultural vinculada al curso, en cambio, sí ha ido cambiando y ampliándose de año en año. En la sexta edición que acabamos de clausurar, por ejemplo, la semana de actividades grupales específicas (siempre voluntarias, por supuesto) nos tuvo ocupados todas las tardes y noches de la semana. El domingo, con la cena de presentaciones y bienvenida. El lunes, con una caminata por las playas del Sardinero, Los Molinucos y Mataleñas, para terminar con refresco y charla distendida en torno a una mesa junto al faro de Cabo Mayor. El martes, con una visita guiada a la Biblioteca Histórica «Marquesa de Pelayo», en los pabellones históricos del Hospital Universitario «Marqués de Valdecilla» (doy las gracias a Mario Corral, bibliotecario, y Julio Pascual, director gerente del HUMV). El miércoles, con una cena en «La Taberna del Herrero» para confraternizar con los traductores locales de Santander y alrededores. El jueves, con una visita guiada al Hotel Real (con copa distendida en su espectacular terraza a la Bahía, por cortesía de Cosnautas) y cena de clausura del curso en el Palacio de La Magdalena. El viernes, por último, con una excursión de media jornada al Valle de Iguña, en plena montaña de peñas al mar, visita guiada al Museo de la Vijanera y cena de despedida en el restaurante «Lausana» de Silió.
La idea es demostrar, a quien quiera verlo, que con una pizca de buena voluntad, un puñado de pasión y cariño a chorro, «otra universidad es posible», en palabras de un alumno que asistió a la edición del año pasado. Traer, en definitiva, al siglo XXI aquella UIMP de preguerra y de posguerra de la que tanto oí hablar a la generación de mis padres. Si lo estamos consiguiendo o no, eso corresponde juzgarlo a los alumnos que cada año pasan por el curso de traducción médica.
P-Para concluir, ¿cuál es el estado del sector de la traducción médica en nuestro país?
R-No cabe ninguna duda de que, hoy por hoy, la mayor parte de los avances médicos se publican en inglés. El médico del siglo XXI debería estar plenamente capacitado, tras su paso por las aulas universitarias, para leer con soltura el inglés científico y expresarse también con una mínima corrección en inglés.
Hemos de aprender el inglés, sí, y hacerlo lo mejor que podamos; pero no resignarnos al monolingüismo científico que se avecina. Me resisto a creer que la medicina española e hispanoamericana se conforme con ocupar indefinidamente una mediocre posición secundaria en el gran teatro de la ciencia mundial. Y estoy convencido de que el español puede volver a ser una de las grandes lenguas internacionales de la cultura, también en el ámbito médico y científico. Mientras llega ese momento, es vital para nosotros seguir manteniendo el vigor de nuestro lenguaje especializado y su capacidad para expresar de forma precisa y eficaz el mundo que nos rodea y los nuevos descubrimientos científicos. Para ello, precisamos de más y mejores traducciones especializadas, con la máxima calidad; pero también de más y mejores libros de consulta, artículos originales y textos de todo tipo escritos directamente en lengua española, y más —mucho más— visibles en la interred.
Considero cuando menos llamativo el hecho de que, por lo general, no haya entre nosotros plena consciencia de que los países de habla hispana somos la primera potencia mundial en traducción médica. Los países de habla inglesa son los primeros productores mundiales de información médica escrita original, por supuesto, pero precisamente por eso mismo no necesitan traducir tanto como nosotros. La traducción médica es, pues, una de las poquísimas especialidades médicas cuyo liderazgo internacional no recae en los Estados Unidos. Muchos de los mejores especialistas mundiales en traducción médica, lenguaje especializado o terminología científica hablan español. De ellos, un buen puñado han pasado ya por el aula «Emilio Alarcos» de la UIMP en los seis últimos años; otros muchos lo harán también, espero, en ediciones venideras del curso de traducción médica si la UIMP sigue confiando como hasta ahora en esta propuesta formativa...; y si Dios así lo quiere, evidentemente.
Fotografía: Esteban Cobo | UIMP 2018