Santander.- Tras escuchar a Maite Garaigordobil, uno entiende que la manida expresión jugar es cosa de niños cobra más sentido que nunca. La catedrática de Evaluación y Diagnóstico Psicológico de la Universidad del País Vasco (UPV) ha participado en la XVII Escuela de Psicología «José Germain». Problemas psicológicos en la infancia, que se está celebrando en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), para mostrar los beneficios que los juegos cooperativos tienen en el desarrollo emocional de los niños y en la prevención del acoso escolar.
El punto de partida de Garaigordobil es la evidencia de que “la educación emocional tiene muchos beneficios para la salud física y mental”, basada en los resultados de diversos estudios. “Las personas con alta inteligencia emocional tienen muchas conductas sociales positivas con los demás, habilidades sociales, mayor autonomía y capacidad de autocontrol o para resolver conflictos, y mayor resiliencia”, ha detallado la catedrática.
Un beneficio físico y mental que también se traduce en “un menor número de síntomas físicos y psicosomáticos, menos problemas emocionales y de conducta, menor depresión y estrés social, o reducción de conductas agresivas y abuso de sustancias”, ha comentado la experta.
Es aquí donde entran los juegos cooperativos, para niños de entre 4 y 12 años, y que forman parte de los programas de intervención para fomentar el desarrollo social y emocional que ha mostrado Garaigordobil en su ponencia. Y es que, como ha subrayado la catedrática, “el juego es una actividad indispensable que tiene gran repercusión en todos los aspectos de la etapa infantil” y en el fomento de la conducta prosocial: “Es una conducta voluntaria que se realiza para beneficiar a otro, sin esperar recompensas y exigir esfuerzo”, ha explicado.
Como ha mostrado la experta, la cooperación en contextos educativos a través de los juegos ha mostrado que en los niños se desarrolla “una comunicación más eficaz y mayor verbalización de ideas, mayor aceptación de las ideas de otros y cohesión del grupo, y potenciación de la capacidad de empatía y autoestima”. Y comparativamente, frente a grupos que no han participado de estos juegos cooperativos, se muestra que “incrementa la integración interracial, mejora la conducta cooperativa espontánea y el ambiente en el aula”, con las consiguientes funciones preventivas que tienen en aspectos como el acoso escolar, y terapéuticas, “integrando a niños con dificultades de socialización, agresivos, o rechazados por el grupo”, ha puntualizado.
Garaigordobil también ha puesto de relieve la potenciación que el juego tiene en el desarrollo afectivo-emocional, como “fuente de placer” de distintas naturalezas: “Hacer lo prohibido o encontrar el éxito de una acción”, ha puesto de ejemplo la catedrática, que ha recordado que esto tiene gran relevancia en el equilibrio psíquico de las personas.
De hecho, la catedrática ha añadido que “Freud descubrió que el juego era un instrumento de gestión de la ansiedad” para los niños: “El juego permite descargar la ansiedad de manera simbólica. En él se repiten las experiencias que les han sido difíciles, traumáticas según diría Freud, pero sin sufrimiento, tomando el control sobre las situaciones. Como cuando el niño juega a ser el médico que le pone las inyecciones a sus muñecos”, situaciones que se asimilan como difíciles en la etapa infantil.
Fotografía: Juan Manuel Serrano | UIMP 2018