Santander.- “El estrés nos enferma y tenemos muy poca consciencia de su impacto”, ha asegurado Montserrat Grañeras Pastrana, doctora en Psicología, en la jornada sobre El estrés y sus factores exógenos, que se ha celebrado dentro del Taller de Inteligencia Emocional y Mindfulness para las organizaciones del siglo XXI que tiene lugar esta semana en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP).
Grañeras ha abordado las consecuencias emocionales de la gestión del tiempo, especialmente como catalizadoras del estrés: “El tiempo tiene un marcadísimo carácter psicológico e importantes consecuencias en la salud, por eso es fundamental distinguir lo importante, lo urgente y lo anecdótico”. Y para ello, “debemos hacer un ejercicio personal de toma de conciencia, pararnos a pensar”, ha asegurado.
El estrés, ha explicado Grañeras, es “un proceso adaptativo que se pone en marcha cuando una persona percibe una situación o un acontecimiento amenazante o desbordante de sus recursos”. De este modo, ha afirmado, “los cambios, el sobreesfuerzo o la puesta en peligro del bienestar personal son factores desencadenantes”. Además, ha señalado, “existe una relación entre el estrés y la gestión del tiempo”.
Entre los factores de estrés, ha insistido, “se encuentran la novedad, lo impredecible, la sensación de falta de control y la amenaza de nuestra personalidad”. Para hacer frente a esto, Grañeras ha resaltado que “se debe hacer un balance de la situación y de la capacidad que cada uno considera que tiene para hacerle frente”. Asimismo, ha destacado que el estrés se caracteriza por tres fases: “Alarma, resistencia y agotamiento de los recursos. Es esta última la que puede desembocar en enfermedad”.
Grañeras ha recordado también que en materia de estrés se distingue “el bueno y el malo”. Es decir, el estrés bueno o ‘eustrés’ es el que “incrementa el rendimiento, aumenta la atención, disminuye nuestro tiempo de reacción y nos convierte en sujetos eficientes”, mientras que el estrés malo o distrés “dificulta la tarea, disminuye la sensación de tener recursos para resolverla, bloquea física y psicológicamente y genera una respuesta por debajo de nuestra capacidad”.
En cuanto a los patrones de estrés, Grañeras ha asegurado que “nadie somos claramente un tipo A, B o C pero sí tenemos tendencias estructurales hacia uno u otro”. Lo esencial, ha concluido, es “aprender a priorizar y gestionar nuestro tiempo, planificar y replanificar, pues de lo contrario incluso la planificación puede convertirse en un factor estresor”.
Fotografía: Crédito UIMP 2017 | Esteban Cobo