Santander.- Las palabras de los poetas de la época de la dictadura militar chilena desprenden una “cierta carga de asfixia”: Términos y opiniones de entonces que “reflejan el agobio, el desconcierto, la autocensura y la presencia incómoda del miedo”. Para Adriana Valdés, ensayista y vicedirectora de la Academia Chilena de la Lengua, es ingrato revivir un escenario retraído, “las miradas del encierro”, con motivo del encuentro A zaga de tu huella, un homenaje al Premio Cervantes (2003), Gonzalo Rojas.
En palabras de la ensayista, mediante los “testimonios y observaciones parciales” de Gonzalo Rojas, protagonista del encuentro, y Enrique Lihn, “sin duda uno de los principales representantes poéticos de este periodo”, se entienden los rasgos de un exilio interior y exterior de los artistas chilenos durante el Régimen Militar. Una etapa de la historia de Chile comprendida entre el 11 de septiembre de 1973 y el 11 de marzo de 1990, en la cual se desarrolló la dictadura militar encarnada por el general Augusto Pinochet.
En este contexto histórico, Valdés ha intentado abordar la poesía dentro y fuera de chile entre 1973 al 1988, bajo el epígrafe Exilio e intraexilio. “Gonzalo Rojas usaba el término ‘intraexilio’ cuando salía de Santiago y se iba a algún lugar remoto de Chile”, ha señalado. Un exilio interior distinto del exterior, que se produjo “en el caso de Gonzalo y en tantos otros casos en relación con la poesía chilena, entre 1973, año del golpe de Estado y 1988 año del plebiscito que, sorpresivamente, inició el proceso de transición a la democracia en nuestro país”, ha explicado.
En este sentido, la vicepresidenta de la Academia Chilena de la Lengua ha definido el fenómeno del exilio interior como vivir en un país sin formar parte de él. “Escribir en Chile pero desde una resistencia, estar entre quienes mantienen vivos ciertos anticuerpos, y producir algo completamente inútil para los propósitos del fascismo”, ha indicado.
La biografía de Gonzalo Rojas escrita por Fabienne Bradu tiene varios capítulos relativos a su exilio, ha comentado Valdés en referencia a los episodios sobre los meses en Cuba tras el golpe militar del poeta, los “tiempos duros” en Rostock (Alemania Oriental), o los años en Caracas, antes de su retorno en 1979 a Chile. Este último una “cuidadosa reinserción en un mundo amedrentado, incierto y, a veces, traicionero del que entró y salió muchos años. La biografía de Fabienne rescata y conserva para las nuevas generaciones las vicisitudes de una época sin misericordia”, ha puntualizado.
Respecto a la relación entre poesía y política, la ensayista ha revelado que Gonzalo Rojas se refería “con cierto desdén a algunos de sus propios escritos e incluso poemas a los que denominaba ‘escritos de circunstancia’”. Para Valdés es evidente la tensión entre esos términos presente en numerosas antologías y estudios, la llamada “resistencia literaria chilena”. Una preocupación para los poetas chilenos, según la ponente que ha recordado unas palabras de Gonzalo Rojas al respecto: “Cuando la palabra poética se hace instrumento de combate y nada más, pierde en concentración expresiva, en iluminación del ser y la realidad, y hasta en veracidad del sentimiento. Se hace difusa, ingeniosa y sensiblera”.
Esta preocupación por “el nivel del trabajo poético, que no puede transformarse solo en un trabajo político o partidista, se manifiesta en otros poetas o artistas”, ha afirmado Valdés. Además, este recelo también fue patente en publicaciones y debates sobre arte pictórico donde se reclamaba un componente más artístico e ir más allá del mero acto de resistencia. “Una preocupación de artistas en el exilio exterior como fueron José Balmes, Gracia Barrios y Guillermo Núñez; y en exilio interior, como fue Roser Bru, todos distinguidos con el Premio Nacional de Arte por tener una trayectoria marcada por su compromiso social y político”, ha dicho la vicedirectora de la Academia Chilena de la Lengua.
Asimismo, Valdés ha destacado el “alto y exigente” concepto de la poesía que tenían Rojas y de Lihn que coinciden en “muchos aspectos interesantes”. La disidencia entre los mismos exiliados, un tema político poderoso y palpable. “Gonzalo Rojas se niega a mezclarse con el grueso del exilio chileno y expresa hartazgo ante algunas de sus manifestaciones repetitivas y folclóricas”. Lihn, que coincide con su coetáneo, fue considerado “políticamente un traidor por la Izquierda cuando, tras obtener el premio Casa de las Américas y vivir en Cuba, fue de los primeros en defender al poeta Alberto Padilla y reaccionar contra la política cultural de Fidel Castro”, ha indicado.
En cuanto al exilio interior, la ensayista ha recurrido a una frase de El obsceno pájaro de la noche, de José Donoso: “No se vive impunemente bajo dictadura y tampoco se escribe impunemente bajo dictadura”. Según Valdés, una experiencia que cambió la escritura literaria dentro del país y patente en los encuentros literarios caracterizados por el miedo: “hoy una memoria corporal cuando hablo de esta época”. Y que se tradujo en “formas crípticas de comunicación” como la novela La orquesta de cristal de Enrique Lihn cuya “intención era dejar huellas descifrables de las condiciones de censura en las que se emitían. Unos textos llenos de alusiones y guiños con un público cómplice”.
A pesar de las dificultades de este periodo, la ensayista ha subrayado que, como dijo Lihn: “la censura, la autocensura y la falta de libertad de expresión no han afectado a la continuidad de la poesía chilena, sino que la han agregado nuevas tácticas”. En el caso de Gonzalo Rojas, en lugar de enterrarlo en el olvido, “el exilio propulsó su nombre y su obra a la galaxia internacional. En palabras de Lihn, «vivir en Chile, culturalmente hablando, en el día de hoy (1983), significa, quizá, la ruina, las reducciones han llegado ya a su límite, un solo crítico, ninguna revista, dos salas de conferencia, un lugar de reunión. Nada. Y sin embargo, este país de la nada, es también el país del todo»”, ha citado Valdés.
Para terminar, la ensayista ha recordado las “descalificaciones y hostilidades” fruto de la “obsesión de los poetas chilenos por ver quién es el mejor, algo absurdo en un país en el que hay numerosas figuras excelentes”. Una mala costumbre, ha indicado, en la que “todos los que brillan contribuyen al brillo del otro. El espacio poético era un duelo en el que se excluían y negaban entre ellos como si hubiera una supremacía que probar y un espacio limitado”, ha concluido.
Fotografía: Esteban Cobo