Santander.- “¿Para qué sirve la educación si no es para formar ciudadanos competentes y capaces de mejorar el mundo? El método aprendizaje-servicio es una brújula para orientar el talento en una dirección solidaria”. Con estas palabras, la pedagoga y emprendedora social especializada en Aprendizaje y Servicio, Roser Batlle, ha considerado que la prioridad de la educación debería ser el compromiso social en el seminario Nuevas pedagogías para tiempos de perplejidad.
En un contexto de avances y desarrollo, donde “la ciencia ficción está cada día más cerca de ser realidad”, la experta ha lamentado la incapacidad de la humanidad para resolver el hambre, la miseria, la pobreza, la soledad o la destrucción del medio. “Por eso no es de extrañar que, en el panorama educativo, flore una pregunta: En este mundo tan contradictorio, ¿para qué sirve la educación?”
En este sentido Batlle ha señalado dos grandes líneas de respuesta para la cuestión: aquellas que apuntan “a cultivar el talento individual, para no quedar excluidos del tren del progreso”, y otras que señalan “la necesidad de fomentar el compromiso social”. Como resultado de solo promover el talento individual, ha advertido del riesgo de “contribuir a construir monstruos” como Osama bin Laden, Bernard Madoff o Joseph Goebbels. En su opinión, se necesita fomentar el compromiso social para transformar el mundo y, sin embargo, “no construiremos una sociedad más justa si tenemos ciudadanos mediocres”, palabras que ya dijo la filósofa Adela Cortina. Y es que “para construir un mundo mejor se necesita talento”, y esto supone que potencial y compromiso “deben ir juntos”. El acento está en “combinar” porque “el servicio da sentido al aprendizaje que a su vez mejora el servicio”, es decir, se retroalimentan.
A su juicio, esta es una dirección complicada porque en el imaginario social “lo que se entiende por éxito educativo no siempre va a la par del compromiso social. En general, la gente cree que son caminos diferentes”. Así, la experta ha afirmado que “el éxito sería no tener que escoger y que todo fuera en el mismo paquete”. Asimismo, ha añadido, que pese a sonar “idealista y utópico”, ya hay escuelas que aplican el llamado aprendizaje-servicio y que este “funciona”.
Para la pedagoga, este método es “un descubrimiento, más que un intento” porque “muchas escuelas y buenos maestros lo han puesto en práctica sin ponerlo nombre”. El aprendizaje-servicio consiste “en aprender haciendo un servicio a la comunidad, learning by doing o pedagogía activa”, que orienta el talento en “una dirección solidaria, al bien común, como una brújula”.
En España ya hay escuelas que complementan la actividad pedagógica con el servicio social como el escuela CEIP el Puche en Almería o el IES Miguel Catalán de Coslada en Madrid, “entidades que para sacar adelante estos proyectos trabajan en red con los actores de la comunidad”. Además, Batlle trabaja en impulsar esta propuesta desde la Red Española de Aprendizaje-Servicio (RedApS): una asociación sin ánimo de lucro constituida por diecisiete grupos territoriales en diecisiete Comunidades Autónomas.
Por último, la experta ha recordado el impacto educativo de un método que se comenzó a investigar en los Estados Unidos durante los años cuarenta. El aprendizaje-servicio es una propuesta educativa que “proporciona a los chicos y chicas oportunidades para reforzar su autoestima, habilidades sociales, competencias y conocimientos, valores humanos y participación ciudadana”, ha concluido.
Fotografía: UIMP 2017 | Esteban Cobo