Santander.- Se les dice, injustamente, enfermos. No, la locura no es una enfermedad. Son víctimas del mayor de los aplastamientos sociales. No son locos, sino enloquecidos. La poeta Olvido García Valdés rememora en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) las palabras de Leopoldo María Panero para “abrir la etiqueta de locura y difuminar sus límites”. Un encasillamiento “particularmente complejo y doloroso en el caso de las mujeres, simplemente por serlo”, efecto de una distribución de roles “en función de la mal llamada diferencia, que ha supuesto, y supone, una brutal desigualdad”.
Para la ponente, la locura o “espacio de lo que se ha denominado así históricamente en relación con las mujeres”, es “un problema político solo visible en su aterradora dimensión cuando se analiza en términos de igualdad”. A su juicio, “la vida prolifera y se manifiesta de múltiples modos y solo una perspectiva normativa, que es siempre convencional, clasifica a las personas como normales, saludables o anómalas”. Es decir, la locura se trata de “una anomalía impuesta socialmente” que, en el caso de las mujeres, acababa en reclusión en conventos u hospitales.
En referencia al tema del seminario ¿Una maldición que salva? Escritoras y locura, la autora de Ella, los pájaros ha planteado su ponencia en base al género autobiográfico, la locura y quiénes son los sujetos y objetos de escritos, cartas y memorias de mujeres de los siglos XX y XXI. A través de las figuras de Leopoldo María Panero y Unica Zürn (ambos internados y tratados en psiquiátricos), la ensayista ha reflexionado sobre la situación de las mujeres en el ámbito sociocultural con una aplicación atemporal, a partir de las palabras de Emily Dickinson en uno de sus poemas: Yo no soy nadie. ¿Quién eres tú?.
En relación al aspecto autobiográfico, la autora de Y todos estábamos vivos (Premio Nacional de Poesía 2007) ha explicado que el problema de estos textos subyace en que aúnan memoria e invención. “Terreno de frontera” donde se construye una identidad móvil y cambiante en “un juego de máscaras y espejos”. Según García Valdés, los escritos autobiográficos tienen un fuerte “efecto de verdad”, a pesar de sus “rasgos ilusorios” y de que “no existe un yo o sujeto estable, y menos algo totalizante que llamar vida”. Algo que sucede con Unica Zürn y sus “poemas capaces de afectarnos”, ha señalado la escritora.
Y en este punto la recurrente dolencia reaparece. La autora de Caza nocturna ha resaltado al “más insigne de nuestros locos”, el poeta Leopoldo María Panero, que “tuvo una lucidez muy inquietante para reflexionar sobre el fenómeno de la locura y su relación con la escritura”. En sus textos sobre poesía y psiquiatría expresaba que tanto la una como la otra eran “un poco lo mismo para él”. La locura es una reacción normal ante determinadas situaciones de jaque mate social o micro social. Cualquier individuo reaccionaría de la misma manera ante parecidos estímulos, escribió el poeta y rememora en su conferencia García Valdés.
Para la poeta, el punto de vista de Panero es “de quien es nadie, de quien está muerto”, algo que ha considerado interesante porque es frecuente en las mujeres escritoras. Esta herida del ser la compartía la escritora y pintora alemana Unica Zürn, que convirtió la desdicha en la raíz de su arte, como plasmó en sus obras Primavera sombría y El hombre jazmín. Y es que “la locura, la esquizofrenia en este caso, se puede considerar desde una perspectiva fenomenológica” a través de delirios o experiencias cargadas de sentido que agudizan determinadas situaciones y dificultades para vivir, y que, “en el caso de Zürn, se tradujeron en obras de arte”, ha señalado García Valdés.
Fotografía: Esteban Cobo