Santander.-Francisca Fariña, catedrática de Psicología de la Universidad de Vigo, y que participa en el encuentro Tendencias actuales en mediación y gestión de conflictos: retos y propuestas de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), parte de una creencia: “La separación de pareja puede ser, como cualquier otra crisis familiar, una oportunidad de mejorar la situación de los miembros de la familia”, aunque la otra cara de la moneda es que “también puede suponer un proceso destructivo para ellos”.
Fariña ha sustentado que hasta en los peores escenarios –aquellos en los que existe violencia, patologías o adicciones que provocan la separación- la ruptura se puede gestionar positivamente. “La ley debería ser la regulación que permitiera mejorar y salvaguardar el interés de los niños y niñas. Pero si solo nos basamos en lo que la ley dice y no prestamos atención a las emociones y al comportamiento de las personas como progenitores, difícilmente vamos a entender los procesos de ruptura de manera positiva, o desde una posición de justicia terapéutica”, ha dicho.
Y es que, como ha recordado la catedrática, mientras “padres y madres están en la ‘batalla’, su cognición y emoción están afectadas como progenitores y por lo tanto, la atención que los niños van a recibir estará influida por el esfuerzo y el dolor generado por la confrontación”.
En este contexto es donde entra en juego la justicia terapéutica, cuya implantación, según Fariña, requeriría un cambio de paradigma como el que ya existe en Estados Unidos. Allí, de donde surgió, “se debatió qué formación deberían tener todos los juristas que trabajen en divorcio. Y evidentemente tienen que conocer la ley y llevar a cabo los procedimientos, pero se llegó a la conclusión de que requerían además otro tipo de formación”, ha reconocido.
Como ha explicado la catedrática, la justicia terapéutica considera que la ley, y su aplicación, es “una fuerza social que produce comportamientos, y por tanto, consecuencias que pueden ser positivas o negativas para la vida emocional y el bienestar psicológico de los usuarios del sistema legal”. De este modo, este modelo de justicia busca que los asuntos legales se enfoquen de una forma “más comprensiva, humana, y psicológicamente óptima”, ha precisado.
Así, y como “de comportamientos saben otros profesionales y no solo los juristas”, ha remarcado Fariña, desde la justicia terapéutica, que fue creada por juristas, se busca “el apoyo de otras áreas de conocimiento como el Trabajo Social, la Psicología o la Criminología”, entre otros. Pero con una premisa clara: “Sin tener un carácter paternalista y respetando los valores sociales protegidos por la ley”, ha explicado. Por ello, la catedrática de Psicología ha matizado que “si respetando el debido proceso judicial no resulta positivo para el bienestar de los implicados, lo que se ha de hacer es cambiar la norma y los procedimientos, pero no saltárselos”.
Para finalizar, la experta ha considerado que “deberíamos copiar más el proceso y la norma anglosajona”. En este ámbito, cuando una pareja toma la decisión de separarse, “lo primero que hace es acudir a un mediador, y recibir un curso formativo y de concienciación sobre la ruptura de pareja”. Sin embargo, a día de hoy y en el ámbito europeo, la justicia terapéutica “no ha penetrado tanto como nos gustaría”, ha lamentado Fariña.
Fotografía: Juan Manuel Serrano | UIMP 2018