Santander.- “Los escritos de los locos pueden leerse no solo como síntomas de enfermedades o síndromes sino como comunicaciones coherentes por derecho propio”. Estas palabras de Roy Porter, reconocido por su trabajo sobre la historia de la medicina, explican el objetivo, influenciado por los estudios culturales, de “descentrar el lugar de la enunciación y no tener tanto en cuenta lo que dicen los expertos”, ha subrayado Rafael Huertas, profesor de Investigación en el Instituto de Historia del Centro Superior de Investigaciones científicas (CSIC). Se trata así de “dar voz a los que no la tienen: obreros, colonizados, mujeres o enfermos”.
Estos escritos, que según Huertas aportan “una información preciosa desde el punto de vista histórico y de su propia vivencia del trastorno”, se han analizado durante el encuentro ¿Una maldición que salva? Escritoras y locura, que se celebra en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP).
”Usted habrá observado que yo no estoy loca”. “Se nos acusa de dementes, de trastornados, y es milagroso que no perdamos la razón”. Estos son trazos de personas diagnosticadas con melancolía o paranoia, “una muestra de catarsis, construcción de la singularidad y de autointerpretación”, en el primero de los casos, y de “ingenuidad y parapeto donde alojarse y protegerse de las intenciones del ‘otro’”, en el segundo.
Se trata de escritos de mujeres que forman parte del Archivo Clínico del Antiguo Manicomio de Leganés, conocido como Casa de Santa Isabel, ha detallado Huertas, y que evidencian, entre otras cosas, el fenómeno de la paratopía: “Es la ubicación paradójica que asume aquel que ocupa un lugar que no le es propio y con el cual no está consubstanciado”. Un espacio, el manicomio, convertido en “no lugar” para ellas: “De no pertenencia, negación de la identidad, de soledad, silencio y alienación”, ha apostillado el profesor del CSIC.
Textos de súplica, de confesión, también de resistencia y de negociación, escritos que forman parte de cartas que no llegaron a su destino, censuradas por las autoridades de la institución. Por eso muchas de ellas transpiran “culpa, desamor, ausencia, búsqueda del perdón y anhelo de respuesta”, ha subrayado. Y es que como decía Benedetti, “una carta de amor no es el amor sino el informe de una ausencia”.
Fotografía: UIMP 2017 | Juan Manuel Serrano