Santander.- La profesora titular de la facultad de Medicina de la Universidad de Oviedo, Sonia González, ha sido la encargada de inaugurar el encuentro Productos lácteos funcionales que tiene lugar en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) en el marco de los Cursos Avanzados, organizado en colaboración con el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Su ponencia ha tenido por título Patrón de consumo de productos lácteos en la población española.
“El consumo de productos lácteos debería aumentar en la adolescencia”, como ha comentado González. Uno de los mayores retos a los que se enfrentan los expertos es el que concierne a los adolescentes, que asocian los lácteos con un producto infantil y dejan de tomarlo por ese motivo. El asunto cambia radicalmente con los años: “Si nos apetece tomar un Petit Suise siendo mayores ya, pues lo hacemos”.
Por otro lado, parece que no nos concienciamos de los beneficios que suponen para la prevención de la osteoporosis hasta que somos ya muy mayores. Sería mejor prevenir tomando lácteos desde jóvenes: “Resulta esencial consumirlos en la franja de los 20-25 años para prevenir”.
Entre los factores aducidos a la compra de un producto lácteo está el precio. Así, “cuando vemos una leche de marca blanca pensamos que es peor porque su precio es inferior”, como ha relatado la docente. De esta forma, se pone en primer término la importancia de la marca que inevitablemente va asociada a un precio superior del producto.
La segunda ponencia ha corrido a cargo de la profesora titular de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valencia, Olga Portolés. En su intervención titulada Propiedades saludables de los productos lácteos se ha referido al cambio de prioridades de los consumidores por el devenir de los tiempos: “Durante la Guerra Civil se pretendía cubrir las necesidad básicas de nutrientes con la Cartilla de Racionamiento y ahora nuestra prioridad es tener una alimentación mejor”, ha contado la docente de la universidad valenciana.
Portolés ha recordado que se mantienen entre los productos saludables la fruta, la verdura y el pescado, y hoy en día, los huevos por fin están asumidos también como saludables, la sal y el azúcar los que mayor riesgo presentan. Durante su intervención, la experta ha analizado la hipótesis de Keys. La misma dice que al “reducir la grasa saturada se reducen las enfermedades cardiovasculares”. Este hecho fue una “falacia” ya que el sesgo de confirmación excluyó países con alto consumo de grasas saturadas, como ha relatado en su intervención la profesora. En conclusión, no se observó ningún efecto significativo al disminuir o modificar el contenido de grasa en la dieta con respecto a la tasa de mortalidad total, cardiovascular o eventos cardiovasculares