Santander.- La paleoantropóloga María Martinón Torres imparte las clases en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) acompañada por varios parientes. Entre ellos, destaca la bien conservada señora Ples, nombre popular del cráneo de un Australopithecus africanus, que va camino de los tres millones de años. Tal visita se debe al curso magistral Evolución humana. Claves del pasado para comprender el presente, que la directora del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana (CNIEH) ofrece en el marco de los Cursos Avanzados de Verano.
Para Martinón Torres, los estudios de la evolución humana no solo tratan sobre el pasado sino que además “tratan de reconstruir la historia de nuestra evolución, el momento y la razón por el que aparecen las características que creemos que nos definen a nosotros como especie”. Algo que “nos obliga a una reflexión importante sobre el presente e, incluso, sobre el futuro”.
Precisamente, durante el desarrollo del curso han estado discutiendo – ella y sus alumnos- sobre a quién consideran “el primer representante del género Homo, al que pertenece nuestra especie”. Entre los candidatos, el mañoso Homo habilis –bastante capacitado en el uso de herramientas- ha sido objeto de “animado debate” para valorar si tiene “las características que se espera que tenga un espécimen para incluirlo dentro de nuestro género”. Sin embargo, la señora Ples también “tenía capacidad ocasional de utilizar herramientas”. Aquí es entonces cuando la experta afina la pregunta: “¿El grado de dependencia que se tenía de las herramientas, cuál era?”.
Esto supone que el debate derive en un replanteamiento y que “el quid ya no esté tanto en las respuestas, sino en las preguntas”. Para Martinón Torres, con el cerebro sucede lo mismo y, en vez de establecer un umbral de tamaño cerebral para “ser incluido en el club de los humanos”, hay que “ir más allá de la biología para intentar explicar estas diferencias”.
A pesar de la dificultad, hay que “mirar un poquito más allá” y “tratar de reconstruir el comportamiento” porque “a fin de cuentas nos reconocemos como humanos en la forma en que nos comportamos y nos relacionamos”. Martinón Torres insiste en que “somos una especie social” ya que para “nuestra supervivencia nos descansamos en los demás y dejamos de ser animales solitarios o una suma de individuos”.
En este sentido, ha comentado que “a veces indagando en el pasado podemos tener claves para saber qué cosas nos hacen únicos o no”. Y es que, en definitiva, “tratamos de discurrir formas de hacer hablar a los muertos” porque “el comportamiento, por sí mismo, no fosiliza”.
Según la paleoantropóloga, son múltiples los ejemplos para tratar de interferir o adivinar “algunos tipos de comportamiento, relación o códigos de comunicación entre los homínidos que no siempre están escritas en los huesos”. En definitiva, para saber “cómo te comportabas y qué actividades hacías”. Entre ellas, actividades que implicasen “otro tipo de complejidad como la expresión artística: evidencia de que el hombre tenía una capacidad de abstracción para tratar de comunicar conceptos complejos”.
Fotografías: Esteban Cobo | UIMP 2018