Santander.- Ahora que han pasado dos años del rodaje en Cantabria de su primera película Las furias, Miguel del Arco ha vuelto a Santander para participar en el encuentro Del escenario a la pantalla: teatro y cine en España, 1990-2016 de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), donde ha reflexionado sobre su ópera prima y su trayectoria en las artes escénicas, marcada por su compañía Kamikaze Producciones.
“En el teatro estás en una práctica permanente, es un entrenamiento constante con la palabra y el actor, que son las dos herramientas fundamentales, y en el cine, muchas veces, te pierdes en el trasiego de la financiación”, ha afirmado del Arco. En su opinión, las artes escénicas tienen “una consistencia artesanal” que no tiene el séptimo arte, en donde el presupuesto juega un papel determinante: “Cuando se junta tanta pasta, todo el mundo se cree con derecho a decir cosas al respecto, y a veces las opiniones no son las mejores. El problema aparece cuando tienes la necesidad de hacer un proyecto y empiezas a decir que sí a determinadas cosas. Pero si dices que no, corres el riesgo de no hacer tu película”, ha asegurado.
En el teatro, sin embargo, se puede hacer casi cualquier función “independientemente del presupuesto”. Aun así, los dos procesos le parecen “fabulosos”, y aunque ha dejado el cine en “stand by” por sus muchos compromisos teatrales, tiene dos proyectos en mente para la gran pantalla: una comedia y una tragedia “de redención y segundas oportunidades”.
Lo que ha ocupado su tiempo en este último año, ha sido el Teatro Pavón Kamikaze, un espacio histórico que ha recuperado su compañía: “Artísticamente ha sido un bombazo, el ruido que hemos hecho ha sido brutal, la recepción del público ha sido fabulosa, y aun así ha sido una ruina gigantesca”, ha reconocido el dramaturgo, guionista, actor y director de escena. “Seguiremos tirando de la cuerda hasta que no podamos más, tampoco me voy a hipotecar la casa o a pagar por hacer teatro”, ha añadido. Con esta segunda temporada, esperan conseguir interés por parte de las administraciones, algo que no ha pasado hasta ahora: “Sobre el papel le gustaba a todo el mundo, pero nadie daba un paso adelante. Creo que eso es un problema de la cultura de este país.”, ha advertido.
En la rueda de prensa, Del Arco ha estado acompañado por el director del encuentro Del escenario a la pantalla: teatro y cine en España, 1990-2016 José Manuel González Herrán, catedrático de Literatura Española y profesor emérito de la Universidad de Santiago de Compostela y por el secretario Anxo Abuín, profesor titular de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad de Santiago de Compostela.
Intervención en el encuentro
Durante su ponencia, Miguel del Arco ha presentado la película Las furias a los alumnos del seminario, con los que posteriormente ha debatido sobre algunas características y anécdotas del rodaje. “Fue un encargo que acepté con dos condiciones: disponer de tiempo para escribir y cobrar”, ha admitido el director, quien ha denunciado el desprestigio que sufre la figura del guionista en España, “cuando es una figura esencial en todas las producciones”.
Tras decidir embarcarse en la dirección de un largometraje supo que, al ser un reconocido creador teatral, “dirían que la película estaría teatralizada”, y ha lamentado el carácter peyorativo de este adjetivo en el contexto cinematográfico. Asimismo, en relación al reparto de Las furias, ha detallado que “haber trabajado anteriormente con la mayoría de los actores de la película, hizo que se creara una estrecha confianza entre los miembros del equipo”. Además ha remarcado que los ensayos se prolongaron durante muchas semanas, “lo que luego obligó a reducir el tiempo de rodaje y sacar todas las tomas a la primera”.
Por último, ha analizado el papel importante que juega la naturaleza en el film: “Decidí que la película tenía que rodarse en el norte para conseguir esa inquietud ancestral que produce la naturaleza”. En cuanto a la presencia de la locura en el largometraje, un tema que le fascina y que a la vez le aterra, ha resaltado: “Cuando un ser al que amamos padece una enfermedad mental es como si estuviésemos en una película de terror, parece que nos lo han sustituido por otra persona”.
Fotografía: UIMP 2017/ Esteban Cobo