Santander.- El actor, productor y director musical, Miguel Magdalena, miembro de la compañía escénica Ron Lalá, ha compartido sus experiencias en el Taller de introducción a la música en el teatro de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP). En el mismo, los alumnos han puesto en común en la última jornada los conocimientos adquiridos durante esta semana de aprendizaje en la UIMP.
“No sería capaz de entender el teatro sin música”, ha comentado Miguel Magdalena durante su paso por la Universidad. Para él, incluso los montajes sin música, la tienen en cuenta casi sin darse cuenta. De alguna forma, es una opción artística no contar con recursos musicales, aunque para él sin notas musicales no tendría sentido su carrera teatral.
Magdalena ha articulado este taller alrededor de la teoría y la práctica, como se ha podido comprobar en la sesión de clausura. En primer lugar, los alumnos analizan el texto. Se va a poner es escena el reconocible Ser o no ser del Hamlet de Shakespeare. El artista lanza la pregunta a sus pupilos: “¿De qué trata esta escena?”. Y en el aula de la UIMP se suceden las voces de los alumnos que plantean la duda, la vida después de la muerte, el miedo, la cobardía o las decisiones. Durante este trabajo previo, se plantea la idea de “buscar algo que dé color a la hora de trabajar el texto musicalmente”. Y entonces, es cuando aparece otro nuevo tema de este texto shakespiriano, la inevitabilidad: “Para ello se puede usar la tónica”, comenta el integrante de Ron Lalá, una de las pocas compañías en nuestro país que cuenta con una buena legión de seguidores. Uno de los alumnos plantea la clave en la dicotomía entre el ser y el no ser. De alguna forma, el protagonista se encuentra dividido entre esas dos “estancias” y se encuentra en una especie de “limbo”. “Me encanta ese término para nuestra puesta en escena”, comenta el artista en este taller en el que el teatro impregna todo el aula, hasta los pendientes de una de las alumnas que representan las máscaras teatrales.
Y justo antes de poner en escena lo aprendido, Magdalena indica a sus alumnos que “deben tener conciencia de los verbos y las acciones”. La clase se divide entonces en dos grupos. Por un lado, los que interpretan el texto y por otro, los que toman los instrumentos y comienzan a improvisar. De repente, todo empasta, por difícil que parezca, y Magdalena comenta: “Tengo la sensación de que somos un grupo de personas que, de forma improvisada, han descubierto que les gusta este texto y que les lleva a un estado de ánimo común”.
Y así, todo fluye, una escena musicalizada de forma improvisada suena como algo ya montado previamente, pero con la naturalidad de lo instantáneo, del momento congelado que esta escena captura. Teatro. Simplemente, la magia del teatro. Y en esta especie de “junta de vecinos improvisada” con gente de muy diversas procedencias se produce la magia. Así, teatro y música se vuelven a dar la mano como ha sido la tónica de este taller.
“El taller ha cumplido mis expectativas y eso que las tenía altas”, ha comentado el artista al hacer balance de su paso por la UIMP. Además, ha agradecido que “desde la universidad hayan tenido una actitud maravillosa y que los alumnos hayan tenido una implicación total”. Magdalena ha partido de un programa pero quiso “clarificar cuánto de cómodos estaban los alumnos en la parte teórica y cuánto en la práctica”. El resultado ha sido la constatación para él de que “el teatro y la música son dos artes que se entienden mejor ejecutándolas que solo estudiándolas”, como hemos podido comprobar en la sesión final del taller.